En los primeros días
de este año le comuniqué a mi esposa mi deseo, un pensamiento que llevaba maquinando
por algún tiempo atrás: “Mi vida, quiero aislarme”-Le dije. Le expliqué que ya
no me sentía cómodo entre la gente, que me causaba mucho malestar tratar el
decir las cosas correctas, expresar los gestos correctos, que ese estrés mental
que me provocaba el tratar de ser cordial y amable ya me agobiaba y quería descansar,
que lo mejor era tener contacto con otras personas lo menos posible.
Amo mi soledad, y con
el paso de los años he aprendido a darme cuenta de que siempre he amado la
paz silenciosa del estar acompañado de uno mismo.
Ahora en medio de “La
Pandemia Mundial” la gente por voluntad propia o por orden gubernamental están
aisladas, entran en la cuarentena. Lo hacen con buenas intenciones, aunque los
resultados económicos para personas como yo serán nefastos. Igual, eso a nadie,
con excepción de mis padres (cómo debe ser) le importa, ni debe importarles. La
gente se aísla por el bien común, y eso está bien.
Ahora en medios
especializados hablan de las repercusiones económicas y psicológicas que pueda
acarrear esta crisis desatada por el virus a nivel colectivo y personal. ¿Pero,
qué pasa si una persona lleva toda su vida aislada? ¿Se habrán preguntado
alguna vez por las repercusiones económicas y psicológicas de una persona que
ha pasado casi toda su vida bajo aislamiento social?
El Aislamiento no es
solamente encerrarte en tu casa por unas semanas, es que tus amigos te dejen de
dirigir la palabra porque ya pasaste de moda y dejaste de ser cool, que los
vecinos te amenacen de muerte por ser rockero, que tu profesor de pintura en
donde estudias Artes Plásticas te esconda tu trabajo para evitar que el jurado
pueda evaluar tu obra y no sea seleccionada para la exposición de estudiantes
de final de año, que a tu pareja y a ti no se les permita graduarse por la
razón “Es que usted anda con Warner” , que tus padres te expulsen de su casa
porque no están de acuerdo con la profesión que escogiste y no comulgues con la nueva secta a la cual se
hicieron fieles, que no te dejen entrar a los establecimientos públicos o te
expulsen de ellos por tu apariencia o quien sabe por cual razón, que te dejen
de contratar tus servicios como maestro particular de dibujo porque eres negro,
que siempre te rechacen de las ofertas laborales a las que te presentas, que la
gente que amas te use como pañuelo desechable, que salvo algunas excepciones, tus amigos, conocidos y compañeros se nieguen a
darle Like a tus publicaciones en las redes sociales, que intolerantes desconocidos
me bloqueen dichas redes y este blog por las cosas que publico, que siempre te
digan que tu banda de rock es muy mala o no vayan a tus conciertos, que siempre
te digan que no sirves para nada, que eres un mantenido y un inútil.
Poco a poco y tras una
vida así, estas y muchas otras cosas que
no pienso detenerme a detallar aquí van minando tu espíritu. Al principio
peleas, resistes, pero poco a poco las heridas se demoran más y más en sanar.
No voy a negar tampoco
que soy una persona difícil, que he cometido errores de los cuales me
arrepiento, que fui un rebelde, pero en parte fue porque no se me permitió
encajar, ser parte de. Sé que aunque me esfuerzo mucho por ser agradable,
cordial, amable, digo cosas inapropiadas por ser tan parlanchín y tan jodón. Sé
que merezco que me odien. También sé que me paso de sincero cuando me piden una
opinión. No pocas han sido las veces en las que no me he dejado llevar por la
corriente por negarme a ser parte de dinámicas sociales perversas.
Y el pecado más
grande, haber nacido en Cali y no saber bailar. Y no solo no saber bailar, si
no también detestar la salsa y toda esa dinámica social que se desarrolla
alrededor de ella (Esto se lo hubieran podido evitar si no me hubieran expulsado
de la manada a los 12 años. Ahora y
desde hace un tiempo ya me quieren incluir, pero lo siento, es tarde, ya no
quiero pertenecer a esa incultura).
Soy consciente de que
mi obra no es fácil de digerir, no por porque sea demasiado metafórica o
abstracta, sino, por los comentarios de la época y el lugar en donde me tocó
existir, sé que muchas veces esas obras han sido feroces. Pero en tiempos de
Instagram, la crítica, la búsqueda de la verdad pueden ser agresivas, y sé que
mi obra lo es.
Cómo buen fulano de
izquierda, siempre he creído en los preceptos de Igualdad, Fraternidad,
Solidaridad y Libertad. Por eso siempre mi mano estaba extendida para colaborar
en todo lo que estuviera a mi alcance, especialmente con mis colegas artistas.
Al pie del cañón en convocatorias y voluntariados de todo tipo. Pero Colombia
es un país que castiga muy fuertemente, capitalmente, la solidaridad. En cuanto
yo necesité la ayuda de aquellos a los que les ayudé a sacar sus proyectos
personales adelante, me la negaron.
El cierre de mi
editorial fue una muestra de eso, reconozco que los productos que saqué no eran
comercialmente muy apetitosos, pero son cosas que se podían corregir, pero
aspirar a tener una industria editorial, aunque sea en pequeñísima escala, es
demasiado para una sola persona.
Tocar en una banda por
26 años y que nadie vaya a tus conciertos, nadie de tus conocidos compartan la
música que compartes gratis, que los organizadores de los conciertos ni
siquiera se tomen la molestia de hacerte una llamada para avisarte que el
concierto se canceló y que te enteres por el dueño del establecimiento horas
antes del espectáculo al llegar con los instrumentos para cuadrar sonido. Que
ayudes a organizar un concierto del cual te excluyen del mismo cuando se
suponía que ibas a estar en tarima.
Esa falta de respeto
por el trabajo artístico, no solo a mí, sino al de ellos mismos. Esas constantes
saboteos, bloqueos y zancadillas que te propinan tus colegas, allegados y
funcionarios de todo nivel, ya es suficiente con las que yo mismo me hago.
Todo esto me ha
provocado una depresión, que creo que inicio más o menos en 2013, tal vez justo
después del cierre de mi editorial. Ya no quería dibujar, ya no quería
continuar siendo artista. Quería dedicarme a otra cosa alejada del arte. Lo que
fuera. Me forcé a realizar un último cómic, fue una tarea tortuosa que me tomó
varios años. Empecé a tener ideas suicidas. Yo me culpé de todos mis fracasos,
culpé a mi ineptitud de todo lo ocurrido.
La depresión se me fue
agravando con el tiempo y llegó a su punto más álgido entre 2017 y 2018. Yo
puedo aseverar que el Arte me salvó la vida varias veces y de manera literal,
me consideraba un artista excelente, por fin llegué a un punto en mi técnica en
el que podía dibujar como los maestros que admiro, especialmente en la figura
humana, pero debido al trabajo con una comuniti manager me doy cuenta de que no
era tan bueno cómo creía. Es más, aprendí a desarrollar aversión por mis
propios dibujos. Es decir, perdí lo único bueno que tenía en mí.
Luego tuve un
malentendido sentimental con mi compañera que me termino de demoler. En
silencio pasaba días enteros tirado en la cama ansiando morir, mentalmente
paralizado, y tratando de dormir lo que más pudiera y por supuesto, planeando
mi suicidio.
Forzado por mi esposa
inicié terapia psicológica y ya llevo un año larguito en ella, juicioso. Ahora
pienso que la sociedad tiene algo que ver con lo que me ocurre, que todo lo que
me ha pasado no es del todo mi culpa. Ese pensamiento libera un poco mi carga.
Sigo detestando mis dibujos, mis cómics, planeo destruirlos algún día. Cómo mi
papá me regalo una maquina fotocopiadora planeo sacar fanzines en ella. Muy
pocos, no espero vender más que un puñado.
Me cuesta un trabajo
increíble concentrarme en una tarea, gracias a la terapia he podido volver a
escribir (sino, no escribiría esta retahíla, aunque me ha tomado varios días
redactar estas pocas páginas), he podido comprender y perdonar a muchas
personas cercanas que me han hecho mucho daño y he podido realizar otro cómic
corto.
Ya sea porque soy una
persona horrible y agresiva, porque no quiero causar daño a este mundo de
cristal que me rodea, o porque a veces no tolero las idioteces que muchas
personas dicen, porque odio sus rumbas, sus segundas y terceras intenciones, he
decidido aislarme.
La única razón por la
que tenía redes sociales era por la difusión de mi trabajo artístico, hice todo
lo que el marketing digital recomienda, seguí tendencias, hice lo que pude por
agradarles, pero ahora que ya sé que mis dibujos no les gustan, les ofenden, no
voy a forzarles a que les den like y compartan mis publicaciones, sería injusto
con ustedes. Así que cerré mi Instgram, mi fanpage de Facebook y mi Twitter.
Me cansé de rogarles
su apoyo, su consideración, que me compren lo que producen mis torpes manos, sé
que no están a la altura de su dinero.
En resumidas cuentas,
antes de las crisis del Coronavirus ya estaba aislado desde hace mucho, el
único trabajo que pude sostener que me diera un sustento es el de profesor de
Arte por horas en una academia. Pero, ahora con la cuarentena me he quedado sin
ese sustento. A mi esposa y a mí solo nos queda esperar lo mejor.
Sé también, que muchas
personas viven situaciones mucho peores que la mía, que al lado de sus tragedias,
lo mío es solo un chiste, y estas palabras un berrinche. Pero, no sé, solo
quería que supieran por lo que estoy pasando. Dejar una especie de registro
para el curioso lector que pase por este rincón de la web.