sábado, 21 de marzo de 2020

AISLAMIENTO Y CUARENTENA


 En los primeros días de este año le comuniqué a mi esposa mi deseo, un pensamiento que llevaba maquinando por algún tiempo atrás: “Mi vida, quiero aislarme”-Le dije. Le expliqué que ya no me sentía cómodo entre la gente, que me causaba mucho malestar tratar el decir las cosas correctas, expresar los gestos correctos, que ese estrés mental que me provocaba el tratar de ser cordial y amable ya me agobiaba y quería descansar, que lo mejor era tener contacto con otras personas lo menos posible.

Amo mi soledad, y con el paso de los años he aprendido a darme cuenta de que siempre he amado la paz silenciosa del estar acompañado de uno mismo.

Ahora en medio de “La Pandemia Mundial” la gente por voluntad propia o por orden gubernamental están aisladas, entran en la cuarentena. Lo hacen con buenas intenciones, aunque los resultados económicos para personas como yo serán nefastos. Igual, eso a nadie, con excepción de mis padres (cómo debe ser) le importa, ni debe importarles. La gente se aísla por el bien común, y eso está bien.

Ahora en medios especializados hablan de las repercusiones económicas y psicológicas que pueda acarrear esta crisis desatada por el virus a nivel colectivo y personal. ¿Pero, qué pasa si una persona lleva toda su vida aislada? ¿Se habrán preguntado alguna vez por las repercusiones económicas y psicológicas de una persona que ha pasado casi toda su vida bajo aislamiento social?

El Aislamiento no es solamente encerrarte en tu casa por unas semanas, es que tus amigos te dejen de dirigir la palabra porque ya pasaste de moda y dejaste de ser cool, que los vecinos te amenacen de muerte por ser rockero, que tu profesor de pintura en donde estudias Artes Plásticas te esconda tu trabajo para evitar que el jurado pueda evaluar tu obra y no sea seleccionada para la exposición de estudiantes de final de año, que a tu pareja y a ti no se les permita graduarse por la razón “Es que usted anda con Warner” , que tus padres te expulsen de su casa porque no están de acuerdo con la profesión que escogiste y  no comulgues con la nueva secta a la cual se hicieron fieles, que no te dejen entrar a los establecimientos públicos o te expulsen de ellos por tu apariencia o quien sabe por cual razón, que te dejen de contratar tus servicios como maestro particular de dibujo porque eres negro, que siempre te rechacen de las ofertas laborales a las que te presentas, que la gente que amas te use como pañuelo desechable, que salvo algunas excepciones,  tus amigos, conocidos y compañeros se nieguen a darle Like a tus publicaciones en las redes sociales, que intolerantes desconocidos me bloqueen dichas redes y este blog por las cosas que publico, que siempre te digan que tu banda de rock es muy mala o no vayan a tus conciertos, que siempre te digan que no sirves para nada, que eres un mantenido y un inútil.

Poco a poco y tras una vida así, estas  y muchas otras cosas que no pienso detenerme a detallar aquí van minando tu espíritu. Al principio peleas, resistes, pero poco a poco las heridas se demoran más y más en sanar.

No voy a negar tampoco que soy una persona difícil, que he cometido errores de los cuales me arrepiento, que fui un rebelde, pero en parte fue porque no se me permitió encajar, ser parte de. Sé que aunque me esfuerzo mucho por ser agradable, cordial, amable, digo cosas inapropiadas por ser tan parlanchín y tan jodón. Sé que merezco que me odien. También sé que me paso de sincero cuando me piden una opinión. No pocas han sido las veces en las que no me he dejado llevar por la corriente por negarme a ser parte de dinámicas sociales perversas.

Y el pecado más grande, haber nacido en Cali y no saber bailar. Y no solo no saber bailar, si no también detestar la salsa y toda esa dinámica social que se desarrolla alrededor de ella (Esto se lo hubieran podido evitar si no me hubieran expulsado de la manada a los 12 años.  Ahora y desde hace un tiempo ya me quieren incluir, pero lo siento, es tarde, ya no quiero pertenecer a esa incultura).

Soy consciente de que mi obra no es fácil de digerir, no por porque sea demasiado metafórica o abstracta, sino, por los comentarios de la época y el lugar en donde me tocó existir, sé que muchas veces esas obras han sido feroces. Pero en tiempos de Instagram, la crítica, la búsqueda de la verdad pueden ser agresivas, y sé que mi obra lo es.

Cómo buen fulano de izquierda, siempre he creído en los preceptos de Igualdad, Fraternidad, Solidaridad y Libertad. Por eso siempre mi mano estaba extendida para colaborar en todo lo que estuviera a mi alcance, especialmente con mis colegas artistas. Al pie del cañón en convocatorias y voluntariados de todo tipo. Pero Colombia es un país que castiga muy fuertemente, capitalmente, la solidaridad. En cuanto yo necesité la ayuda de aquellos a los que les ayudé a sacar sus proyectos personales adelante, me la negaron.

El cierre de mi editorial fue una muestra de eso, reconozco que los productos que saqué no eran comercialmente muy apetitosos, pero son cosas que se podían corregir, pero aspirar a tener una industria editorial, aunque sea en pequeñísima escala, es demasiado para una sola persona.

Tocar en una banda por 26 años y que nadie vaya a tus conciertos, nadie de tus conocidos compartan la música que compartes gratis, que los organizadores de los conciertos ni siquiera se tomen la molestia de hacerte una llamada para avisarte que el concierto se canceló y que te enteres por el dueño del establecimiento horas antes del espectáculo al llegar con los instrumentos para cuadrar sonido. Que ayudes a organizar un concierto del cual te excluyen del mismo cuando se suponía que ibas a estar en tarima.

Esa falta de respeto por el trabajo artístico, no solo a mí, sino al de ellos mismos. Esas constantes saboteos, bloqueos y zancadillas que te propinan tus colegas, allegados y funcionarios de todo nivel, ya es suficiente con las que yo mismo me hago.

Todo esto me ha provocado una depresión, que creo que inicio más o menos en 2013, tal vez justo después del cierre de mi editorial. Ya no quería dibujar, ya no quería continuar siendo artista. Quería dedicarme a otra cosa alejada del arte. Lo que fuera. Me forcé a realizar un último cómic, fue una tarea tortuosa que me tomó varios años. Empecé a tener ideas suicidas. Yo me culpé de todos mis fracasos, culpé a mi ineptitud de todo lo ocurrido.

La depresión se me fue agravando con el tiempo y llegó a su punto más álgido entre 2017 y 2018. Yo puedo aseverar que el Arte me salvó la vida varias veces y de manera literal, me consideraba un artista excelente, por fin llegué a un punto en mi técnica en el que podía dibujar como los maestros que admiro, especialmente en la figura humana, pero debido al trabajo con una comuniti manager me doy cuenta de que no era tan bueno cómo creía. Es más, aprendí a desarrollar aversión por mis propios dibujos. Es decir, perdí lo único bueno que tenía en mí.

Luego tuve un malentendido sentimental con mi compañera que me termino de demoler. En silencio pasaba días enteros tirado en la cama ansiando morir, mentalmente paralizado, y tratando de dormir lo que más pudiera y por supuesto, planeando mi suicidio.

Forzado por mi esposa inicié terapia psicológica y ya llevo un año larguito en ella, juicioso. Ahora pienso que la sociedad tiene algo que ver con lo que me ocurre, que todo lo que me ha pasado no es del todo mi culpa. Ese pensamiento libera un poco mi carga. Sigo detestando mis dibujos, mis cómics, planeo destruirlos algún día. Cómo mi papá me regalo una maquina fotocopiadora planeo sacar fanzines en ella. Muy pocos, no espero vender más que un puñado.

Me cuesta un trabajo increíble concentrarme en una tarea, gracias a la terapia he podido volver a escribir (sino, no escribiría esta retahíla, aunque me ha tomado varios días redactar estas pocas páginas), he podido comprender y perdonar a muchas personas cercanas que me han hecho mucho daño y he podido realizar otro cómic corto.

Ya sea porque soy una persona horrible y agresiva, porque no quiero causar daño a este mundo de cristal que me rodea, o porque a veces no tolero las idioteces que muchas personas dicen, porque odio sus rumbas, sus segundas y terceras intenciones, he decidido aislarme.

La única razón por la que tenía redes sociales era por la difusión de mi trabajo artístico, hice todo lo que el marketing digital recomienda, seguí tendencias, hice lo que pude por agradarles, pero ahora que ya sé que mis dibujos no les gustan, les ofenden, no voy a forzarles a que les den like y compartan mis publicaciones, sería injusto con ustedes. Así que cerré mi Instgram, mi fanpage de Facebook y mi Twitter.

Me cansé de rogarles su apoyo, su consideración, que me compren lo que producen mis torpes manos, sé que no están a la altura de su dinero.

En resumidas cuentas, antes de las crisis del Coronavirus ya estaba aislado desde hace mucho, el único trabajo que pude sostener que me diera un sustento es el de profesor de Arte por horas en una academia. Pero, ahora con la cuarentena me he quedado sin ese sustento. A mi esposa y a mí solo nos queda esperar lo mejor.

Sé también, que muchas personas viven situaciones mucho peores que la mía, que al lado de sus tragedias, lo mío es solo un chiste, y estas palabras un berrinche. Pero, no sé, solo quería que supieran por lo que estoy pasando. Dejar una especie de registro para el curioso lector que pase por este rincón de la web.