Hace poco la gobernación de Antioquia le
otorgó un homenaje a Maluma (un pintoresco reguetonero colombiano), el cual provocó
la indignación, sobretodo de los sectores intelectuales del país. El gobernador
de Antioquia catalogó su música de poesía urbana y de rebelde vanguardia
estética. Créanme que me pareció surrealista ver al burgomaestre hablar del
homenajeado en términos tales como si el rimador hubiera venido de un futuro
lejano y mejor a sepultar el pasado y traernos el futuro (como Gaviria).
En lo personal me pareció muy bueno que le
dieran tan pomposo reconocimiento. Porque cuando los gobiernos hacen este tipo
de actos lo que muestran es el ideal de sociedad que desean, el tipo de
personas que debemos ser, le dice a la niñez cual es su modelo a seguir, que
moralidad acoger, como amar, como comportarse, y Maluma es, entonces, nuestro
máximo representante cultural.
El gobernador de Antioquia tiene razón al
considerarlo vanguardia, sí, el regueton es la música nueva, impuesta por los
más poderosos mercados y empresarios del entretenimiento, llevado a la sima
gracias a la “payola” y publicitado a más no poder por sus detractores. Y sí,
cuando a una estética nueva se le critica y se le ataca indica su validez como
vanguardia estética. Esto ya se ha visto, el rock es un ejemplo, pero ahora los
rockeros cual viejitos godos critican esta innovadora expresión creada por “El
General” sepultándose a sí mismos.
A esta poética urbana se le critica como en
sus letras se denigra a las mujeres como si fuera el único género musical que
lo hace, claro, antes ya existían boleros, tangos, baladas, rolas punkeras y
pachangas varias que tratan a las mujeres de las peores formas, desde de “cosas
como tú” a “Rameras del Barrio”, y es que
¿Quién no ha bailado “mala mujer no tiene corazón, mala mujer no tiene
corazón, mátala, mátala, mátala…”?. Por el contrario, las letras del género
urbano que hablan de cómo se las van a culiar, a las mujeres les encanta,
porque por lo menos en el tiempo que dura el baile, ellas pueden ser perras y
expresar libremente (aunque en sus fantasías) toda esa arrechera reprimida por
esta sociedad doblepensante.
Claro, se indignan con las letras del
reguetón, pero no con los feminicidios, o con los injustos tratos laborales, o
con la violencia domestica o con los baños de acido, no, como que el reguetón
es peor que eso.
No soy quién para decirles que música
escuchar, no sé nada de música o de literatura como para juzgarla en términos
técnicos o estéticos. Tampoco diré que tengo un gusto exquisito como para
juzgarla en tales términos porque me gusta comer el arroz pegado revuelto con
frijoles directo de la olla y escucho a los RAMONES y a Motörhead. Tampoco voy a decir que me gusta, porque no,
no me gusta ni cinco, pero eso no me da el derecho de decirles a los demás que
deben o no escuchar, soy un firme creyente y defensor del libre desarrollo de
la personalidad.
Muy buena la exaltación al regueton del
gobierno antioqueño, porque es la banda sonora en este momento de Colombia, una
sociedad guabalosa (pandillero-criminal de poca monta, como el ñero rolo o el
nea paisa), de barras bravas, de traquetos (narcos), de políticos corruptos, de
crimen organizado y sus prácticas mafiosas, porque para mí, eso es lo que
representa el género urbano.
Además cuando las vanguardias son reconocidas por
el estado es cuando empieza su agónica muerte y se convierte lentamente en una
tradición más.
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